Ud. sabe y bien, que el escribir no me exige demasiado esfuerzo.
Siempre lo hice y lo haré, en la necesidad de expresarle un auténtico sentimiento, por lo general matizado con algún aporte que haga menos indigesta la lectura, y en reconocimiento al trabajo que se toma y la deferencia que me concede.
¡Sería algo así, más o menos!
¡Claro!; ocurre que en éste caso, tengo bien claro lo que ví, pero no tengo del todo claro lo que siento y entonces, hoy sí me va a exigir un esfuerzo mayúsculo, el llegar a Ud..
A las 08:30 de la “matina”, abordé ese colectivo que “sin cargo”, me llevaría hasta La Plaza o acercaría a ella.
A las 09.00, ya había depositado mi humanidad dentro de ella.
¡Es demasiado temprano…solo a mí se me ocurre!, me dije.
Opté entonces por refugiarme dentro de esa paqueta confitería ubicada en Avenida de Mayo y Perú, no sin antes observar, “tiradas” sobre la vereda, un número importante de bolsas en cuyos interiores había seres humanos durmiendo.
Minutos más tarde y luego de haber pedido un “chocolate”, advertí la presencia del Rabino Sergio Bergman al que me acerqué simplemente para “tenderle la mano”…
¡llámele necesidad si gusta!.
Entre una cosa y otra, a las que debí agregar el impensado tiempo que se tomó el mozo para cobrar mi consumición, recién a las 09.40 volví a poner mis pies sobre La Plaza, previo sortear una serie de vallas que todavía me estoy preguntando, para qué estaban.
La opción era entrar a la Catedral para asistir al oficio del Tedeum o quedarme fuera, para asistir al espectáculo de la calle…opté obviamente, por esto último.
Fue entonces que pude advertir junto a la Pirámide de Mayo, a un grupo de personas que no superaba la veintena y a quienes alguien estaba dirigiendo “la palabra”.
Dos ancianos y dos ancianas, estaban depositando al pié de la misma, una corona de laureles…y ya eran las diez de la mañana, y la gente seguía siendo poca; muy poca…volví a pensar lo mismo…¡es demasiado temprano; solo a mí se me ocurre!.
Por Diagonal Norte y por Avenida de Mayo, varias personas se aproximaban.
Cuando volví a echar un vistazo al reloj, éste, implacable, me decía que apenas faltaban quince minutos para las once, la hora del Tedeum.
El Jefe de Gobierno de la Ciudad y comitiva, pasaron frente a mí, ingresando a la Catedral.
Como era hora de “instalarse”, me acomodé lo más campante junto a otra valla que tampoco supe para qué estaba, colocada apenas a unos metros de la escalinata.
Había llegado más gente, entre ella, muchos turistas que sacaban fotos “a rolete”, todo dentro de un marco de paz y cordialidad hasta sorprendente.
¡Tampoco me pasaron desapercibidas, dos señoritas que “equivocaron el colectivo”, y golpeaban animadamente sobre el parche de dos “bombos”!.
Estaban algunos veteranos de Malvinas; apenas atiné a tomar del hombro al que portaba la bandera y decirle, “gracias por lo que hiciste por mí”…¡viva la patria!, me respondió.
El Tedeum había comenzado.
No había un solo parlante que permitiera a quienes estábamos afuera, seguir el desarrollo del mismo.
Algunos “lo adivinaban”, y entonces se agregan a las plegarias.
Hubo muchos “vivas”.
Si uno gritaba ¡Viva la Patria!, todos respondíamos ¡Viva!...si algún otro gritaba ¡Viva la Virgen de Lujan!, todos gritábamos, ¡Viva!.
Si a alguno se le hubiera ocurrido gritar, ¡Viva mi tía!, seguramente todos hubiéramos respondido, ¡Viva!.
¿Qué quiere que le diga?.
Sí se cantaron, “a voz en cuello” y a capela, las estrofas del Himno Nacional Argentino.
Esporádicamente, alguien que seguramente estaba bien cerca de unas de las puertas, aplaudía y entonces, todos aplaudíamos, sin saber de qué se trataba.
Salvo estos detalles, el silencio era poco menos que sepulcral…un silencio que cada uno podía interpretar a su manera.
El Tedeum había finalizado… quienes estaban “adentro” habían comenzado a entonar esas estrofas.
Los que estábamos afuera y contagiados, pretendimos acompañar…¡después de todo, cantar el Himno dos veces en un mismo acto, nunca va a estar de más.
¡Sí nos costaba ponernos de acuerdo!, y entonces, cuando algunos andaban por “sean eternos los laureles”, otros recién andaban por el “Oid mortales el grito sagrado”, apenas un detalle.
A las 12:20 exactamente, se me ocurrió que en lugar ya era poco lo que me quedaba por hacer.
Abriéndome paso sin ninguna dificultad, gané la calle Perú y caminé unas cuantas cuadras hacia el sur, en la búsqueda de un transporte en el que emprender el regreso.
Ocurre que para entonces, la 9 de Julio estaba aún cortada y el cruce, imposible.
Después de Avenida Belgrano, vía libre.
Como “trofeos de Tedeum”, conservo en mi poder, una suerte de “estampita gigante” sobre la que se puede leer “Jesús Argentina te necesita” y un muy pequeño librito perteneciente a la Conferencia Episcopal Argentina. Hasta aquí, le hice un relato más o menos pormenorizado sobre lo ocurrido.
Pero así no lo tenga del todo claro, y como se lo prometí antes de salir, debo decirle con qué sentimiento regresé.
A ver; si le digo que me estremecí, le miento, de modo que no se lo voy a decir; si le digo que me emocioné, igualmente le voy a mentir; sí me emocionaron esos ex combatientes de Malvinas y el ruego de alguna persona que tuve a mi lado.
También podría agregarle lo de escuchar cantar el Himno a voz en cuello, pero eso no modifica mucho la cosa…lo lamentable es que habitualmente, no lo cantemos a voz en cuello.
¡Ya sé lo que Ud. está esperando!.
¡Ud. tiene ganas de preguntarme o que le diga, si realmente voy a hacer lo que le dije que iba a hacer, en caso que la multitud no llegara al Congreso!.
Le confieso que la vincha ya me la puse y pintada a mano; concédame a cambio el derecho a repensar lo otro…tenga presente que no debe ser cosa fácil hacerse puto a mi edad, y que en caso de irme a vivir a la villa 1-11-14, mis días de vida, estarían contados.
De todas maneras, sí me animo a asegurarle algo; van a pasar varios días hasta que intente volver a escribirle.
Ocurre que jamás me va a animar otra cosa que no sea un sentimiento.
Ricardo Jorge Pareja
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