OLOR A
OZONO
En su
nota “Candombe en
Angola” publicado en la Edición
Nro. 3214 del medio informático NOTIAR del jueves 24 de mayo del
corriente, el destacado periodista y amigo Humberto Bonanata (a quien
pido disculpas por utilizar su frase como título de este artículo) alerta
dramáticamente sobre la crítica, cuando no tensa, situación por la que atraviesa
la Argentina.
Advierte sobre posibles
e inminentes escenarios no deseados (“…Ese “olor a ozono” que percibían
los españoles en 1935, un año antes del horrendo enfrentamiento
fratricida...
¿Olor a ozono?,
ciertamente es el olor a tierra mojada que comentan
en el campo cuando el clima precede una tempestad.
Así vivimos los argentinos
frente a la República otra vez perdida…”).
Y reproduce un sabio
comentario que le hiciera un ex diputado radical:
“…ya no los
salvarán los milicos como en 1955 y 1976…”
No puedo estar más que
totalmente de acuerdo con esta última aseveración.
Las Fuerzas Armadas de la
Nación hace tiempo que dejaron de ser “un Partido Militar” con un rol
"preservativo" (¿se entiende?) de democracias con muletas, convocadas
siempre por alguno de los partidos tradicionales y otras expresiones de la
sociedad argentina.
Hoy, los cuarteles no tienen más puertas para ser
golpeadas ni orejas verde olivas para ser calentadas.
¡Con más
de 1100 presos políticos (militares, gendarmes, prefectos, policías,
penitenciarios y civiles), de los cuales 160 murieron en cautiverio!,
¿cuántos “milicos” estarán dispuestos a ser cómplices de la corrupción
del régimen y eventual represión para luego ir presos por “cumplir
órdenes”?
Supongo que no están entre sus intenciones desempeñar o asumir
nuevamente roles "preservativos".
Avizoro, con angustia y
pena, sólo una misión para “los milicos”:
levantar
cadáveres al final de la "jornada".
Macabra logística, que le
dicen.
Así las cosas, la sociedad enfrentará una situación inédita
en la historia de nuestro país.
Ya no hay más “Cincinatos” (en el año 439
a.C. la libertad de Roma
estaba en peligro y amenazada, y los senadores pensaron que sólo un dictador
podía salvarla.
Eligieron y convocaron entonces a Lucio Quincio Cincinato
- viejo y retirado general dedicado a labrar la tierra -, y él restauró la
República)
Y esa “tempestad”, que predice
Bonanata, viene asomando sobre una nación que ya no es república.
¿O acaso alguna de sus instituciones existe o funciona como tal?
Entonces es
previsible el colapso que viene perfilándose como corolario de esta anarquía
encubierta, o no tanto.
Termina el
articulista,
“…Que un viento de fronda cívico nos despeje el olor a
ozono y que nunca más corra sangre entre argentinos…”,
concepto que
también comparto plenamente, pero temo que sólo sea una mera expresión de
deseo.
Es que “los jóvenes
idealistas y progresistas” destaparon la caja de Pandora.
Fuerzas siniestras (en
ambos sentidos de la palabra) ya no están en la selva tucumana ni en la
clandestinidad urbana…están en el Poder y no se irán por decretos o solicitadas.
Tampoco por medio de los votos. Viejos y nuevos “mocosos estúpidos e
imberbes” (diría el General Perón) se apropian de las arcas del Estado,
de nuestros bienes y ahorros, robándonos además nuestras ilusiones y
comprometiendo el ser nacional.
La caterva “institucionalizada” en el poder
resistirá y enfrentará a una ciudadanía agobiada por el autoritarismo
totalitario e indignada por la falta de justicia y el imperio de la corrupción,
pero que solamente (y esto es lamentable) se movilizará cuando comience a hacer
metástasis su
“víscera más
sensible: el bolsillo”.
Y en ese proceso parece que
avanzamos.
¡Pero qué mal que
estamos! Pensar que Lope de Vega, en su obra teatral
Fuenteovejuna, legitima el levantamiento del pueblo contra el abuso de
poder del Comendador Fernán Gómez de Guzmán y la falta de Justicia.
Los Reyes Católicos entendieron y justificaron la causa y el efecto de la
rebelión.
Nosotros, en cambio,
quizás respondamos como en Fuenteovejuna, “todos a una”,
pero por otras razones: los aumentos de precios de la yerba, el pan, el
colectivo, la luz, el gas, los medicamentos, el asadito, el "blue", etc.
Y
quizás entonces “comendadores” y “comendadoras” tendrán que rendir cuentas de
sus latrocinios.
Vale, pareciera, la
sentencia de Bill Clinton: “Es la economía,
estúpido”.
Solemos decir que
podemos perder o que hemos perdido el “tren de la
historia”.
Pero la Historia es “Maestra de la
Vida” (Marco Tulio Cicerón) y “Madre de la Verdad”
(Cervantes), y por ello es que, como toda buena maestra y buena madre,
siempre brinda segundas oportunidades.
Pero el problema no es que los
argentinos hayamos perdido el tren de la historia, pudiendo abordar el
siguiente (otra oportunidad).
El problema es que aún no sabemos, siquiera, dónde
está situada la Estación del Ferrocarril para abordarlo.
Así nos fue … y así nos
va ...
¿cómo nos irá?
Licenciado Jorge P. Mones Ruiz
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