sábado, 15 de octubre de 2011

CARTA ABIERTA AL JEFE DEL ESTADO MAYOR DEL EJERCITO ARGENTINO LUIS ALBERTO POZZI

Desde el 18 de abril de 1964, fecha en que el EGP guevarista asesina al Cabo de Gendarmería Nacional Juan Adolfo Romero tuve la certeza que sobre la República caía la sombra ominosa de la subversión internacional y, consecuente con mis convicciones, tomé partido.

Adherí, entonces, con el alma a mis FF.AA. y a todas las Fuerzas de Seguridad que en los años siguientes serían mandadas a enfrentar a la subversión en una guerra de agresión sistemática bosquejadas por el terrorismo internacional y diagramadas en Cuba.

Guerra que es menester aceptar que por su forma y esencia nadie estaba preparado para combatirla.

Aunque mi adhesión hubiera sido sólo moral, son casi cuarenta y ocho años de enfrentamiento entre argentinos y, debo confesarle, estoy cansado.

Cuando vi su foto, Pozzi, haciendo la “venia” -Ud. no hace el Saludo Militar- en el Instituto Dámaso Centeno ante una placa que recordaba a ex alumnos de ese instituto que militaron en organizaciones terroristas, quise ver en su gesto, quizás desde mi cansancio y angustia, la misma actitud que se reflejaba en una foto de un par de años antes donde el Jefe del Ejército Francés, General Elrick Irastorza rendía honores en un cementerio a los soldados alemanes caídos en Normandía.

Quise imaginar que su actitud era un llamado a la pacificación nacional. Sólo fue un deseo ingenuo de mi parte, ya que Ud., conforme a los aires que corren en la República desde hace unos años -aires que privilegian a aquellos que por un escritorio blindan su estómago para desentenderse de muertos en acto de servicio y de camaradas que por cumplir órdenes están presos- jamás participó ni se acercó a un homenaje a los militares que cayeron cumpliendo su deber en esa guerra.

En verdad, en ese acto en el Instituto Dámaso Centeno Ud. ni siquiera rendía homenaje al enemigo de otrora contra el cual quiero creer que combatió.

Su teatral actuación remitía solamente a la repetición pertinaz de gestos que gente como Balza, Bendini, Ud. y sus “incondicionales” hacen para mantener intacta la confianza que tanto les ha costado ganarse con quienes, despreciando al Ejército Argentino, lo mantienen en un permanente estado de abandono y, por ende, a la República en un irremediable desamparo.

Nada hay en Ud. ni en quienes le acompañan en su faena de desarme que indique una vocación por reunir a los argentinos todos.

Previsor, conociendo los bueyes con los que ara se tomó el trabajo, un día antes, de mandar a sacar las placas de las aulas que llevan nombres de Héroes del Ejército Argentino -Larrabure, Duarte Ardoy y otros- no fuera a ser que con el antecedente que tienen algunos generales de actuar como meros ordenanzas.

¿Recuerda Ud. a Bendini subido a un banquito?

El rufián del Ministerio de Defensa que los acompañaba lo obligará a Ud a empuñar un cortafierro para sacar a golpes de maza las placas con los nombres de los héroes.

Pueden Uds. estar -esos pocos que prefirieron vender a sus camaradas y arrastrar por el barro el honor del Ejército Argentino- al menos por el momento, tranquilos.

La “línea intelectual” que dejó el embajador-general, de prender ventiladores y arrojar cualquier bosta con tal de salvarse, está intacta.

El embajador-general puede hoy hablar sin sonrojarse de un “plan sistemático de robo de bebés” y tratar de mantener en el olvido la triste memoria de la estancia “la Polaca” en paso de los Libres cuando era jefe de Unidad en esa localidad fronteriza en plena contraofensiva montonera.

Y así, en consonancia con esta “política” de aguante, a partir de este “homenaje” a terroristas, si alguna vez alguien le pregunta que hizo Ud., Pozzi, en la Guerra contra la Subversión, podrá sacarse de encima el fardo recordando que permitió ese día que los planes de estudios de los Institutos Militares sean fiscalizados por las Madres de Plaza de Mayo -hoy sospechadas, ya no de terrorismo, sino simplemente de estafadoras del estado nacional- o por los farsantes de alguna ONG de DD.HH. empeñados desde siempre en destruir a nuestras Instituciones.

No es mi intención darle una clase de historia, Pozzi, ya que creo que en su fuero interno Ud sí sabe que hubo una guerra y en la que, aunque tiemble si alguien se lo recuerda, supongo que combatió.

Una guerra tan asquerosa en la forma en que la guerrilla la había planteado que aquellos que sí eran Soldados temían más por la salud de su alma que por su vida.

Tampoco es mi intención hablarle de Larrabure, Berdina, Moya, Estévez, Silva, Cisneros, Fernández Cutiellos o de los Soldaditos que murieron defendiendo su cuartel en Formosa ni de aquellos que quedaron en el Monte Tucumano, en Manchalá, en la Tablada, en Malvinas y en tantos otros lugares de nuestra geografía, y menos aún de todos aquellos que, cautivos sometidos a viles encierros, han tenido el valor de no rebajarse a pedestres indignidades, porque Ud sabe bien que desde hace ocho años para aquel que traicione a sus camaradas existe el premio de ganar su libertad.

Y ni uno, Pozzi, ni uno, ha esbozado la posibilidad de venderse.

Es entendible que Ud. nada quiera saber de ellos.

En su mente la distancia a Marcos Paz, Campo de Mayo, Bouwer y otros campos de concentración es mucho más grande que la que mi nieto de cinco años cree que hay hasta la luna.

Ellos, que saben que arrastrarán su vida en la inmundicia de un penal federal pero tienen su orgullo y su fe intactos, se han convertido, para Ud., en dedos acusadores que hasta su muerte le señalarán su indignidad.

A sabiendas he hecho omisiones de grado y he escrito cargos y grados a veces con mayúsculas o minúsculas.

No son errores ortográficos, es sólo una manera de expresar mi respeto o mi desprecio.

José Luis Milia

Non nobis Domine, non nobis, sed Nomine Tuo da Gloriam.

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