martes, 25 de enero de 2011

ACERCA DEL CUESTIONAMIENTO…

¿QUÉ SE HACE CON LAS FUERZAS ARMADAS?

He leído con atención las expresiones y conceptos que se han vertido en este espacio por diferentes personas acerca del tema del título.

Con el deseo de contribuir a responder el cuestionamiento, me permito agregar una sintética opinión al respecto.

La crisis que hoy afecta a la sociedad militar se debe, en primer lugar, al aislamiento creciente en que la dirigencia política ha llevado a las Fuerzas Armadas; así estas son percibidas como una institución “al margen”:
el oficio de las Armas atrae cada vez menos; sus valores hacen sonreír.

No sorprende en tal contexto que en determinados sectores haya individuos que se interroguen acerca de su finalidad; y eso no puede ser considerado como fenómeno espontáneo, exento de causas objetivas.

Esa situación hunde sus raíces en la historia: su origen proviene de la interrupción de gobiernos civiles por militares y en la guerra que libró el país en los 70 contra fuerzas terroristas.

Las revoluciones de 1890 de 1893 y de 1905, si bien fracasaron en el campo táctico, triunfaron en lo ideológico, pues convencieron a una generación de militares que las revoluciones eran el medio adecuado para triunfar en las luchas cívicas, concepto que esa generación fue sembrando en subsiguientes camadas de militares.

Esto fue como consecuencia de la propaganda infiltrada en las filas del ejército por Alem, Mitre, Irigoyen y Del Valle que, arrojada en el Colegio Militar allá por 1889, tuvo su primera cosecha en septiembre de ese año en el famoso mitin del jardín florida que contó con la presencia de Cadetes quienes, junto a estudiantes universitarios allí reunidos, conformaron la Unión Cívica de la Juventud luego devenida en Unión Cívica Radical.

En 1905, en la proclama de la revolución de ese año (encabezada por D. Hipólito Yrigoyen), podía leerse: “el militar es un ciudadano que tiene el deber de ejercitar el supremo recurso de la protesta armada.”

Los Capitanes que se sublevaron ese año en el Colegio Militar, fueron aquellos mismos que eran Cadetes en el 89.

No es de extrañar que Uriburu, conjurado con Irigoyen en 1890 habiendo sublevado con el grado de Subteniente su regimiento, haya considerado válido interrumpir un proceso democrático cuarenta años después (Revolución del 30) en “pos de salvar a La Nación de los desquicios de su gobierno”.

Los radicales y socialistas golpearon las puertas de los cuarteles en 1955; los peronistas, a través de la entonces poderosa CGT, en el 66; y en el 76, fue casi el pueblo entero, empujado por el deseo de terminar con el terrorismo y la violencia que provocaban montoneros y erpianos que finalmente fueron derrotadas en los campos tácticos rural y urbano objetándose hoy la metodología utilizada.

La experiencia de Malvinas, la inmerecida descalificación de las tropas que combatieron y posteriormente la finalización del servicio militar obligatorio, aceleraron los cuestionamientos acerca de la misión y funciones de las FFAA. Esta situación se ve agravada por la creciente inclinación de la sociedad civil hacia los valores materialistas.

El terreno ético en el cual nacieron y se desarrollaron los valores militares, ha sufrido una radical transformación: el coraje, honor, sacrificio; parecerían no representar ya el fundamento de un modo de vida; y la disciplina exigida por la vida militar (Unidad de Comando, subordinación, sacrificio) es percibida, en el marco de una sociedad cada vez más materialista, como anacrónica.

Como fundamento de la vida social, el dinero ha reemplazado a la fuerza y a la razón. Hoy se compra lo que ayer se conquistaba.

Como lógica de tal evolución, prepararse para hacer la guerra ha pasado a ser una actividad excepcional, subordinada e indeseable.

De ahí la desestimación de la función correspondiente:
esta, al no tener ya razón de ser como disciplina de vida, ha sido convertida en una profesión entre otras.

El guerrero cede el paso al empleado.

Los hombres de Armas son cada vez más civiles de uniforme.

Esta banalización ha determinado la pérdida del prestigio del oficio militar, y por corolario, discusión acerca de sus funciones.

En otras épocas, el oficio de las Armas atraía con prioridad a hombres en busca de un ideal y de un logro personal.

Actualmente, por el contrario, por la escasez de material y medios para el específico entrenamiento; por las escasas retribuciones materiales y simbólicas y alejadas de la sociedad son empujados a comportarse como funcionarios asalariados de defensa, pues el gobierno ha creído que deben ser remodelados a imagen y semejanza de la actual sociedad civil.

Previo a preguntarse qué se hace con las FFAA, merecería contestarse ciertos interrogantes a mi juicio fundamentales:

¿qué lugar se debe dar a la ética militar en la sociedad?

¿Qué papel asignar a la institución militar?

¿Qué concepción de la defensa merece privilegio?

¿Qué debemos defender?

¿Con qué medios?
La respuesta a estos interrogantes deberían articularse alrededor de las siguientes prioridades: reconciliar la nación con sus FFAA dejando de juzgar con criterios de la paz los hechos ocurridos en una guerra.

Definir una política de defensa en relación al papel regional e internacional de Argentina.

Revalorizar la función militar con retribuciones materiales y simbólicas acorde con la contribución de esta al sostenimiento de la sociedad y al apoyo de las decisiones políticas que adopta el Estado en el concierto de las naciones.

Las FFAA como escuela de formación ciudadana; esto es volver a introducir los vivificantes valores heroicos que emanan de la institución militar con la finalidad de contrarrestar los valores de una sociedad cada vez más materialista, que procura todos los medios para obtener grandes beneficios en forma rápida y sin sacrificios; rechaza la disciplina como forma de vida, rehúsa el peligro; individualista; con apego a la concupiscencia; desapegada del cumplimiento de las leyes y normas que rigen para una vida social en paz y respetuosa de las diferencias.

Una defensa nacional completa y creíble debe descansar sobre valores como “patriotismo”, “civismo”, “espíritu de defensa de los ciudadanos”.

Para defenderse no basta tener medios.

Hace falta voluntad.

Los valores militares son un elemento de equilibrio moral indispensable a la vida misma, pues esta es, de por sí, una lucha sobre la cual, desde sus mismos principios, domina en su extremo, la sombra de la muerte y en el medio, toda clase de dificultades que sortear, pero no a cualquier precio.
Plutarco decía:

“la defensa de las ciudades no está dada por la fortaleza de sus murallas sino por el valor, espíritu de lucha y renunciamiento de sus hombres”.

Las FFAA pueden contribuir activamente a formar al ciudadano al difundir en la sociedad el espíritu defensivo y los valores heroicos que la animan.

Un día u otro, las disputas entre los pueblos, se convertirán en guerras, porque así ha sido y es la vida.

Independientes de la voluntad de los gobernantes de hoy y de los hombres podrán llegar algún día, y esta simple posibilidad es razón suficiente para prepararse.

Más vale encontrarse preparados que no estarlo.

Sería una ligereza dejar de lado y burlarse de esta afirmación que es un eco del famoso “Si vis pacem, para bellum”.

Jorge Augusto Cardoso

1 comentario:

  1. Soy Omar Tolaba, un jujeño de 35 años. La Guerra de Malvinas, es un tema que desde muy temprana edad me pegó fuerte, por eso este video, para compartirlo con Uds., y con todos los que comparten el mismo sentimiento: "Malvinas, El Esfuerzo No Fué en Vano" (en el Youtube)
    Gracias por la atención.

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